Hasta ahora, cualquier alumno que es avisado sobre la inasistencia de un profesor durante el día siguiente o en las jornadas de clases venideras tiene el permiso, con autorización de los padres o tutores de por medio, de retirarse del aula, “ahorrándose” tareas y tiempo de clase. Ése es el pensamiento de cualquier alumno del secundario que vaga y entendiblemente puede reprochar su permanencia en la institución educativa a la que concurre. Ayer, el Director General de Cultura y Educación de la provincia, Mario Oporto, comunicó que pondrá en marcha a partir de 2011 una resolución que eliminará las horas libres en las escuelas secundarias bonaerenses. El propósito de dicha decisión sería rellenar esas horas libres con talleres de estudio.
Cada argentino sabe cuál es el tema que más le preocupa. Sabe también que coincide con la mayoría de sus compatriotas sobre lo que sucede en la calle. En eso sí hay consenso. Inflación, desocupación, corrupción, inseguridad. Éste último es uno de los males que ha pasado a estar en el podio. Queda por debatir si dichas problemáticas son consecuencia de un problema de fondo que hasta podríamos vincular con nuestra idiosincracia. Ese argentino, que vive en una sociedad cada vez más astillada y fragmentada, sabe, seguramente, o por lo menos estima una difusa idea de cuál es la solución que se puede llevar a cabo. Caben diversas vías que se resumen en dos políticas de combate para sofocar la delincuencia: una agresiva, represiva, de mano dura. Otra que ataca el seno de la cuestión y proyecta un plan de concientización y contención ciudadana a largo plazo. La primera, a juzgar por los penosos antecedentes de nuestro pueblo y por la carga emotiva que el término “represión” contiene, huele a mala palabra y es la política que Estados Unidos lleva como bandera. La segunda, de carácter más preventivo que punitivo, se centra en la enseñanza íntegra y disciplinada, propia de países de Europa de tendencia liberal como Suecia o Noruega. Ahora bien, ¿qué relación tiene lo expuesto en las líneas precedentes en relación con una noticia que acapara a la Provincia y cuya extensión y repercusión no deja de ser limitada?
Sencillamente, en que se necesita más compromiso, más noticias de este tipo, más gestión, más presupuesto para Educación. La inseguridad es la consecuencia de la falta de educación. Allí se debe apuntar. Es plausible el destino para este segundo semestre de entre 15 y 50 mil pesos para 1042 escuelas públicas de la provincia como parte del denominado Plan de Fortalecimiento. Pero el fortalecimiento debe ir a la par de la previsión y no del mero anuncio.
Al momento de efectivizar la resolución sobre las horas libres, ¿será el preceptor o un profesional especializado en el área de talleres de estudio quien se encargue de mantener a los estudiantes ocupados? Inclinarse por la segunda opción parece lo más recomendable. Para ello deberá diagramarse un programa serio con medidas concretas y no acostumbradas abstracciones que nacen y mueren en un anuncio. Se sabe -o debe saberse- que las técnicas de estudio (y más aún si su enseñanza es realizada desde una perspectiva innovadora y entretenida) son la base para un correcto e interesado enfoque hacia el resto de las materias, tanto a nivel secundario como terciario o universitario.
La indiferencia hacia el estudio puede tener a la ausencia de una técnica adecuada como una de sus claves. Sin técnica, no hay estudio. Sin estudio, hay deserción. Con deserción, se desvía la formación académica y, peor aún, moral. El problema se complejiza aún más cuando entran en el plano de análisis variables como la escasa exigencia, obstáculos en la lectoescritura y deficiencias nutricionales. Todo está relacionado. Por eso la mención de tantas problemáticas que pueden ser atacadas desde la raíz y no desde la copa del árbol. La resolución gubernamental que origina esta nota puede ser un principio de solución. Sólo un principio.
*Estudiante de Periodismo en DeporTEA y Abogacía en la UNMDP.
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